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Las Galápagos, paraíso amenazado: ya hay cerdos y palomas silvestres que introdujo el hombre

  • La Nueva España / España
  • 15 mar 2019
  • 6 Min. de lectura

La botánica María del Mar Trigo Pérez insiste en que se debe educar a los jóvenes desde las aulas para conservar tesoros como las tortugas gigantes

Tres curiosidades de las islas Galápagos (Ecuador) que quizá desconozca: en 2015 se descubrió la última especie de tortuga gigante, la película “Gozdilla” se inspiró en una de sus iguanas para crear al famoso monstruo y en ellas habita el único cormorán del mundo que no vuela.

María del Mar Trigo Pérez, profesora de Botánica de la Universidad de Málaga, transportó ayer al público del Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA hasta el océano Pacífico en el marco de la IV Semana de la Ciencia. La investigadora mostró, a través de múltiples fotografías, el “paraíso amenazado” de las Galápagos, con especies que ni tan siquiera superan los cien ejemplares, como el pinzón de manglar -un ave-. El culpable, como siempre: el hombre. Solo en plantas, existen 900 especies introducidas, de las cuales 131 ya desplazan a las locales. Trigo Pérez, que participa en varios programas de conservación, incidió en la importancia de concienciar a los jóvenes desde las aulas. Porque, subrayó, “ellos son el futuro de las Galápagos”.

La directora científica del Jardín Botánico de la Universidad de Málaga dedicó varios minutos de su charla -organizada por este periódico y patrocinada por Asturagua, el Instituto de Estudios en Emergencias y Catástrofes (Ieducae) y la Dirección General de Innovación y Emprendimiento de la Consejería de Empleo, Industria y Turismo- al emblema de las islas: las tortugas gigantes. Allí, explicó, son llamadas “ingenieras del ecosistema”, porque “son las que comen las plantas y las que dispersan el polen”. “El papel que en España desempeñan las cabras, en las Galápagos lo hacen las tortugas”, añadió. Las endémicas son las terrestres -no las marinas-, que se dividen en dos grandes grupos aislados por las coladas de lava: las “jirafa” y las que tienen caparazón tipo cúpula. Las primeras están en las islas más secas -hay un total de trece-; al no haber vegetación en el suelo, tuvieron que desarrollar su cuello, pudiendo llegar a hojas situadas a dos metros de altura. Mientras que las segundas corresponden a climas húmedos y prácticamente no separan su cabeza de la superficie terrestre.

La más famosa de las tortugas de las Galápagos es el “Solitario George”, que se conserva disecado en la isla Santa Cruz. Con él se extinguió una especie “delante de nuestros ojos” en 2012 -aunque no se declaró su pérdida hasta 2015- , señaló María del Mar Trigo. El equipo de Carlos López Otín secuenció recientemente el genoma de este ejemplar y a partir de ello pudo desvelar las claves de la longevidad. Desde la muerte del “Solitario George” han llegado, sin embargo, buenas noticias. En concreto, dos: en 2015 se descubrió una nueva especie, la “Chelonoidis donfaustor”, y el pasado 19 de febrero se localizó en isla Fernandina un ejemplar hembra de una especie que durante cien años -desde 1906- se dio por extinta. La botánica andaluza, especializada en el estudio del polen, colabora con el programa de recuperación de tortugas, que dirige Fausto Llerena, “Don Fausto”, curiosamente el que fue cuidador de “George” y da nombre a la última especie descubierta en las islas, famosas por “El origen de las especies”, de Charles Darwin. “Estas tortugas viven muchos años (más de cien), pero también tardan mucho en llegar a la madurez sexual (a los 20 años); eso es un obstáculo”, precisó. Si quieren verlas, el mejor lugar, aconsejó Trigo, son las charcas de lodo: “Les encanta embarrarse en ellas”.

La iguana es otra de las joyas de las Galápagos y que personalmente a la profesora de la Universidad de Málaga más le fascinan. “A pesar de que el naturalista inglés dijo que eran feos y estúpidos, a mí me encantan. Son capaces de parar el corazón para aguantar más tiempo debajo del mar”, contó. Son muy grandes, nada tienen que ver con los que conocemos; como dato, miden más de dos metros desde el hocico a la cola. Pero las Galápagos tienen muchos más tesoros: el piquero de patas azules -es literal, tiene las patas de un azul turquesa-, la fragata -los machos sacan un buche de color rojo para cortejar- y los tiburones, por poner tres ejemplos. “Se puede bucear entre decenas de tiburones martillo y no te pasa nada. La película ‘Tiburón’ hizo mucho daño”, afirmó. De hecho, las islas Galápagos tienen la categoría de santuario marino -en el Norte, alrededor de los archipiélagos Wolf y Darwin- con la mayor concentración de tiburones del mundo. Pese a su grado de protección, sigue habiendo tráfico de escualos, como un barco chino que detectó el científico asturiano Pelayo Salinas el pasado verano con más de 6.000 tiburones en las bodegas.

Antes de todo ello, María del Mar Trigo Pérez aportó conocimientos básicos sobre las islas, las cuales “salieron de la nada en el Pacífico de un volcán”. Son por tanto de origen volcánico y son “unas de las más activas de todo el planeta”. Están rodeadas de corrientes y eso hace que tengan “un clima excepcional pese a estar situadas en el ecuador”. Es decir, tiene una época cálida y otra fría. Galápagos está formada por un total de trece islas y algunas de ellas están pobladas. En total por unas 25.500 personas, distribuyéndose la mayoría por Santa Cruz, Cristóbal e Isabela. Existe un parque nacional y todo su alrededor está considerado una reserva marina, en la que solo está permitida la pesca tradicional y la actividad turística. El archipiélago, según recordó la bióloga, fue descubierto por Tomás de Berlanga y en su diario escribió: “Diríase que había caído una lluvia de piedras”. Esa fue su primera impresión, muy parecida a que tuvo Charles Darwin en 1835. “Básicamente dijo que era poco atractivo, con un montón de piedras y con poca vegetación”, resumió. Sin embargo, para la profesora de Botánica, las islas Galápagos es un “auténtico paraíso”. ¿Y por qué? “Por sus acantilados marinos, sus playas, el color turquesa de la mar, las plantaciones rojizas que soportan la salinidad, los cactus, el paisaje volcánico…”, contestó.

Pero ni este paraíso, ubicado a 1.000 kilómetros de distancia del Ecuador continental, se libra de las amenazas del hombre. Su principal enemigo son las especies invasoras, que “están dejando a muchas especies endémicas con poco individuos”. En las islas Galápagos ya hay “cabras, cerdos asilvestrados, palomas, ranas y plagas”. El mejor ejemplo es el pinzón manglar, del que tan solo quedan unos cien ejemplares. La culpa es de una mosca introducida por el hombre por accidente que se pone en los nidos de las aves. Sus larvas matan a los polluelos. A la espera de que pronto llegue una solución, los conservadores están haciendo una labor casi artesanal. “Suben a cada árbol y recogen los huevos para llevarlos a un recinto protegido. Cuando nacen los alimentan cada día y luego los sueltan a su lugar de origen”, explicó.

Educación ambiental

Aparte del programa de recuperación de tortugas, María del Mar Trigo destacó el plan “Galápagos verde”, volcado en recuperar las plantas endémicas y en erradicar las especies foráneas. También ofrece la posibilidad de adoptar una planta, una versión del clásico “Adopta un pingüino” de la Antártida. Por cierto, en las islas del Pacífico también hay pingüinos. La profesora de Botánica de la Universidad de Oviedo, que se acompañó durante más de una hora de un power point, acabó su ponencia con una foto de escolares y la frase: “Ellos son el futuro de las Galápagos”, tras incidir en que “la educación ambiental es muy importante”.

La investigadora, “una de las mayores referentes del mundo en el campo de areobiología”, fue presentada por Amador Menéndez, investigador del Instituto Tecnológico de Materiales de Asturias (Itma), divulgador científico y coordinador de las VI Semana de la Ciencia de LA NUEVA ESPAÑA. Menéndez describió a María del Mar Trigo Pérez como una “exploradora excepcional”, con “mirada curiosa”. “Y además de su faceta investigadora, tiene un firme compromiso con la divulgación”, destacó. Los halagos, según la ponente, fueron “exagerados” y agradeció a LA NUEVA ESPAÑA la oportunidad de volver a Asturias. Una tierra en absoluto desconocida para ella, pues por su profesión de botánica visitó “mucho” los Picos de Europa.

Entre el público estuvo el catedrático de Botánica de la Universidad de Oviedo, Tomás Emilio Díaz, a quien ella misma saludó durante la conferencia, pues fue su profesor en la Universidad de Málaga.



 
 
 

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